¿De qué estamos hechos los que hacemos canciones? ¿Cuál es la materia que alimenta nuestras obras? De las muchas preguntas que marcan mi paso como cantautor, hoy quiero reflexionar acerca de estas dos, pues creo que quienes cantamos la vida y vivimos cantando debemos estar dispuestos a dejarnos interpelar constantemente en nuestra acción cotidiana (aunque no escribamos canciones todos los días y de pronto cada vez se hagan más espaciados los tiempos en los que efectivamente “creamos” canciones, y no solo eso, sino que nos tomamos mucho más tiempo en reescribir y corregir lo escrito, no hablemos ya de producir un tema). Cada uno de los cantautores está sujeto, por supuesto, a la dinámica de la propia vivencia y seguro que la realidad siempre cambiante insufla nuevos retos, desafíos, cuestionamientos y necesidades distintas en cada uno.
¿Por qué hoy, precisamente, me han asaltado estas dos interrogantes de manera tan urgente? Por una situación límite que debemos enfrentar todos los seres humanos: la muerte. ¡Y vaya paradoja! Es la palpitante y fructífera VIDA de un grupo de músicos lo que me hace pensar acerca de la muerte.
Hace un año fui por primera vez a Sevilla, Valle del Cauca, para asistir al velorio del vientista del grupo Bandola, Julián Gil, quien falleció trágicamente en un accidente vehicular y quedé conmovido, además de por lo triste, absurda y oprobiosa que resulta la muerte, por el cariño de todo un pueblo que acompañó durante el velorio y el sepelio al buen Julián. El grupo Bandola es un grupo referente del Valle del Cauca y un catalizador de la cultura que se respira y se siente tan presente en Sevilla (el Festival Bandola se celebra ininterrumpidamente desde 1996 y tiene cifras tan importantes como la presencia de más de 400 artistas en escena que ofrecen 36 horas de música y convoca a más de 20 mil asistentes de público rotativo). Fue el fotógrafo Mario Carvajal quien con el concurso de muchos cómplices tuvo la idea de rendirle un homenaje a Julián a través de un mural hecho como un collage con los rostros de los asistentes al Festival Bandola 2017, haciendo carne lo que yo considero que responde a las preguntas planteadas al inicio de esta entrada: los músicos estamos hechos del alma de la gente y es el alma de la gente la que nos alimenta y nos construye.
De eso he sido testigo en el velorio de Julián Gil, el año pasado y en el homenaje que se le rindió ayer a través del mural de fotografías o como fue nominado anoche mismo: la colcha de retratos.
Les regalo esta décima dedicada a Julián Gil y los abrazo.
Una colcha de retratos
llenita de puro amor
es cura para el dolor
que nos invade de a ratos
colmados de arrebatos.
Hoy te pensamos, Julián,
cual ruta de Qhapaq ñam
soplando el andino viento
donde se abre el sentimiento
y te conviertes en pan.
2 comentarios. Dejar nuevo
Un sevillano grabado a retasitos en la memoria,grande Julián, grande Bandola.
Bella acción, honrar la memoria desde la creatividad
Gracias por tu comentario, Maite. Abrazos